jueves, 13 de noviembre de 2014

10.000 días

Soy Trófimo Tristán.
He estado 10.000 días en política y no he tomado ninguna decisión, hasta hoy, a las 10.00 h A.M.
No creo que sea este el momento y el lugar adecuado para arrepentirme de mis pecados.
No quiero caer en mi desmedida tendencia al erratismo discursivo.
Mi vida ha sido trivial y monótona, por lo cual no me siento responsable de todo lo que dicen de mí, por mucho que las pruebas digan otra cosa.
Tengo 45 años. He estado en política 27 años, 4 meses y 25 días y mi carácter o la falta del mismo, supongo que se forjo en mi infancia y adolescencia.
Yo quería ser un funcionario sin responsabilidades y con sueldo fijo, -por expresar esta opción fui ridiculizado por mi familia, siendo yo adolescente- nunca dije no a mis padres, ni me enfrente a ninguna decisión que tomaron sobre mí, por lo cual fui un hijo modelo.
Un día me apunté -yo fui informado días después y por supuesto no proteste- a las juventudes del partido que mi madre admiraba en aquel momento.
Entre dispuesto a no complicarme la vida, no había sido mi decisión y cualquier esfuerzo me intimidaba sobre manera, me veía como un ratoncillo indefenso e inculto, cualquier dilema, por insignificante que fuera, me producía un pasmo intestinal y me encerraba en el W.C. durante horas, hasta que alguien decidía por mí.
Poco a poco descubrí que esto era un don a tener en cuenta; Siempre conseguía que alguien decidiera por mí, que me protegiera y se sintiera orgulloso de las decisiones que yo -el- tomaba.
Fui desarrollando y perfeccionando el método, hasta conseguir que nadie se diera cuenta que yo era incapaz de tomar decisiones, las frases hechas, y el señores esto es una tormenta de ideas, si se lo digo yo, ustedes serán incapaces de disentir de mí, aliviaron mi existencia. Me desangustié.
Nunca me reproché la cobardía, indecisión, debilidad, apatía, pereza y parasitismo en que se convirtió mi vida.
Me acostumbré a no decidir y no decidía ni como tenía que vestirme, ni que, ni donde comer, pasar las vacaciones o mi horario de trabajo y lo más importante, me sentía cómodo.
Fui dócil y obediente, hasta consentir con quien debía compartir mi vida.
Lo mio no ha sido falta de inteligencia, sino de carácter y esta combinación produjo unos efectos espectaculares. Mi carrera política ha sido pomposa, cubierto permanentemente de alabanzas y felicitaciones de mis jefes y compañeros por mi eficacia y brillantez.
Juro que no hice esfuerzo alguno, ni puse nada de mi parte, solo me limite a obedecer, a cumplir lo que me mandaba todo el mundo, a no disentir jamas y por supuesto, no tener iniciativa ninguna ni en público ni en privado, solo sonreír mucho y aplaudir más.
En política ser un soldadito-pelele esta muy bien visto. No todo el mundo sirve: las condiciones de discreción, silencio, eficacia y estar carente de la más nimia sombra de idea o ambición son muy estimadas.
Con estos mimbres hice una carrera pomposa y meteórica. Era ubicuo y ascendía constantemente, estaba siempre donde se hacian fotos, ¿bonito no? el sueño de cualquiera: poder, dinero y adulación.
Cualquiera menos lúcido que yo, se hubiera sentido halagado y reafirmado en su personalidad, pero para mí era un incordio y no porque funcionara mal, todo lo contrario, a más cargo menos trabajo y menos decisiones. Logré que mis subordinados me apreciaran incondicionalmente. Siempre pensaron que tenían un jefe democrático, repartía responsabilidades, tareas de decisión y hacia partícipes a todos, incluido el ordenanza.
Todo el mundo aprendió que conmigo las guerras no eran posibles, yo siempre me doblegaría y otro pararía el golpe.
Me incordiaba sobre manera no poder ser dueño de pequeñas e insignificantes cosas, de no tener amigos de verdad y ser un ciudadano anónimo.
Me limité a cobrar en sobre cuando se me dijo, firmé lo que me dijeron, cuando me lo insinuaron.
Ahora me llaman corrupto.
Corrupto es el que toma la decisión de saltarse la ley en su propio beneficio y yo jamas tomé esa decisión.
Por eso  he dimitido irrevocablemente de todos mis cargos.
De esto si soy responsable, y la verdad, me siento aliviado.
Ahora, lo mismo le cojo aprecio a esto de decidir.
 

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